¡Pues sí!
Si es que tenemos la manía de
complicar las cosas, haciéndolas más grandes de lo que realmente son
Llevando todo esto al campo de
la cocina, cuando queremos impresionar a alguna visita, a nuestra familia,
nuestra pareja, en una reunión o lo que sea, queremos demostrar lo “cocinillas”
que somos, buscando recetas como locos por internet para hacer un maravilloso
“Croquembouche”, un layer cake de topocientos pisos cubierto con mil formitas
de fondat imposibles, unos bombones de chocolate puro veteados con chocolate
blanco a la naranja y veinte mil postres maravillosos y tan complicados que,
siendo la primera vez que los hacemos, podemos llevarnos un chasco bastante
interesante y quizás frustrarnos un poquito porque creemos ser unos chapuzas.
Pero… ¡de eso nada!
¿O acaso crees que el
grandísimo Paco Torreblanca nació amasando sus famosos panettones?
¿O que Pierre Hermé hizo esos
maravillosos croissants franceses a la primera?
Pensemos que no todo nos saldrá
siempre a la primera (y eso no es malo, eh? :P) y que de esos errores aprendemos
poquito a poco.
Yo misma, la primera vez que
hice el “Red Velvet” fue un total y completo desastre: el bizcocho se hundió y
no se hizo bien, el colorante, al ser líquido, me dejó mucho que desear, al
cortarlo se hizo migas totalmente, el frosting de queso no quedó tan
consistente como debería… ¡Vamos, que todo lo que pudo salir mal, salió mal! Y,
aunque aquel amasijo rosáceo-marronáceo se podía comer, no salió como esperaba,
lo que hizo replantearme los errores en los que había caído (que eran un mogollón
jejej).
Bueno, con todo este rollazo
vengo a decirles que las cosas más sencillas, a veces son las que más gustan, y
por eso les traigo hoy la cosa más simple del mundo… ¡Tejitas de vainilla y
almendra!
Se trata de una receta cuya
mayor dificultad radica a la hora de hornear, ya que se hacen en menos de 5
minutos.
Es una receta que aprendí con
el gran Luis Alberto Perera, cuando en uno de los cursos que impartió me dejó a
mí al cargo de la elaboración de estas maravillas, pero con forma de sol, para
decorar unos pastelillos de queso y pera.
Además, le tengo también mucho
cariño porque es casi una de las favoritas de una personita muy especial,
después de los profiteroles rellenos de crema (creo que podría vivir a base de
estas dos cosas ;)
Pues sin más dilación, aquí les
dejo la receta :D
Ingredientes:
- 40g de mantequilla derretida
y templada
- 40g de azúcar normal
- 40g de harina floja
- 40g de clara de huevo
- Vainilla al gusto (yo le echo
un mogollón, porque adoooooooro su sabor!)
- Almendra en grano o fileteada
(¡nada de molida o crocanti!)
NOTA: como pueden ver, el peso
es siempre el mismo para todos los ingredientes, con lo cual lo recomendable es
pesar la clara primero y, en base a ello, usar el mismo peso del resto de
ingredientes
Preparación:
Precalentamos el horno a 200ºC,
con ventilador arriba y abajo.
Es importante tener la
mantequilla derretida, pero que al añadirla no esté hirviendo, que si no se nos
hace un huevo frito medio extraño.
Ponemos en un bol no muy grande
la clara de huevo, junto con el azúcar y la harina, y batimos a mano y muy
enérgicamente con el batidor de varillas hasta que esté integrado.
En ese momento añadimos la
mantequilla y seguimos batiendo hasta quedar una pasta lisa y sin grumos.
Añadimos toooooooda la vainilla
que queramos (pero tampoco vamos a pasarnos!).
Espolvoreamos cada una de ellas
con la almendra.
Bien, “lo más complicado”
(porque es una bobería, ya verán :) ) viene aquí: colocamos en una bandeja de
horno con papel de hornear una pequeña cantidad de la pastita (más o menos una
cucharadita de las de café, aunque eso con la práctica se va viendo) y la
extendemos con la misma cuchara hasta que esté casi transparente.
Repetimos esto con el resto de
la masa y vamos horneando por tandas. El tiempo de horneado puede variar según
el horno, pero nunca pasa de los 5 minutos.
Para saber el punto en el que
están perfectas nuestras tejitas, solo tenemos que mirarles el borde: si está
de color marrón tostado, están listas!
Por eso hay que estar muy
atentos, porque en nada se hacen.
Son un auténtico manjar y muy
ligeras para comer, perfectas para una tarde tranquilita en casa, junto a un
buen té o vasito de leche bien caliente.
No dejen de hornearlas, porque
vale muchísimo la pena, y para conservarlas, mejor en una lata o bote
hermético, para que no se pongan blanditas.
Un abrazo muy dulce:
Cris G. :)
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